Uno de los principales problemas de las sociedades y sus interrelaciones ha sido el entender al otro como individuo o colectividad. Esta problemática nace desde la auto-construcción de cada individuo, porque al entender lo que es uno se vuelve necesario entender, o al menos definir, lo que es el otro.
El texto señala dos fenómenos importantes en la conformación de la sociedad contemporánea y en su creciente ostracismo, el surgimiento del fascismo y el comunismo, como sistemas sociales que anulan al individuo mientras lo someten a una colectividad, pero me parece criticable que no se señale también a la globalización como un proceso de uniformización cultural. Es desde estos sistemas que se conocen términos como “de masas” o “masivo”, que señalan como único existente a la multitud, carente de identidad y de rostro, de ahí que el ser busque desesperadamente identificarse como un hombre concreto y único con tal emoción que se aleje de la masa. Pero el problema que surge es que una de las principales herramientas de la identificación es el diálogo, como resultado el ser se concretiza como sujeto, pero convierte en objeto al otro que también es sujeto.
Según Kapuściński son tres los elementos que aumentan la barrera entre el sujeto y el otro sujeto objetivado, el color de la piel, los nacionalismos y la religión, con esto el otro se vuelve extraño y además peligroso. En esta cosmovisión de la vida juega un rol muy importante el eurocentrismo, porque el otro peor tratado (discriminado, aislado) es el tercermundista que no es entendido por el hombre blanco europeo y culto como un compañero de mundo sino como un objeto de investigación.